“En
Sevilla se vive en las calles.”
Es una
de las primeras cosas que mi señora me dijo al llegar a esta loca ciudad. No
sabía cómo se manifestara una vida así, pero mi señora habla en un tono de
confianza y conocimiento, asi que sabía que en las semanas que vendrían vería a
la gente en las calles, viviendo sus vidas.
Lo que
no sabía en el momento, era que no solo la gente vive su vida en la calle, pero
sus perros también. Cada día en mi
camino cotidiano a la escuela, a la universidad, y a CIEE veo a docenos de
perros. Perros grandes, perros pequeños, perros peludos y perros calvos. Cada
uno acompaña a su humano a vivir en la calle, no importa que sea a un café, a
una tienda, o a un parque. Los humanos están en las calles y sus perros
también.
Hoy
encontré una vista que ejemplifica este fenómeno perfectamente, y claro que
saqué una foto (soy de la generación de Snapchat, qué puedo decir). Estaba lloviendo
a mares, pero a nadie le importaba. Todos los sevillanos estaban caminando por
la c/ Constitución con sus paraguas sin preocuparse por la lluvia. Esta mujer
sí se preocupó por la lluvia, pero no porque no quería mojarse, sino porque no
quería que su perro se mojara. Se sacrificó para que ella y su perro pudiera
vivir sus vidas en la calle.
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