jueves, 12 de abril de 2018

“En Sevilla se vive en las calles.”

Es una de las primeras cosas que mi señora me dijo al llegar a esta loca ciudad. No sabía cómo se manifestara una vida así, pero mi señora habla en un tono de confianza y conocimiento, asi que sabía que en las semanas que vendrían vería a la gente en las calles, viviendo sus vidas.

Lo que no sabía en el momento, era que no solo la gente vive su vida en la calle, pero sus perros también.  Cada día en mi camino cotidiano a la escuela, a la universidad, y a CIEE veo a docenos de perros. Perros grandes, perros pequeños, perros peludos y perros calvos. Cada uno acompaña a su humano a vivir en la calle, no importa que sea a un café, a una tienda, o a un parque. Los humanos están en las calles y sus perros también.


Hoy encontré una vista que ejemplifica este fenómeno perfectamente, y claro que saqué una foto (soy de la generación de Snapchat, qué puedo decir). Estaba lloviendo a mares, pero a nadie le importaba. Todos los sevillanos estaban caminando por la c/ Constitución con sus paraguas sin preocuparse por la lluvia. Esta mujer sí se preocupó por la lluvia, pero no porque no quería mojarse, sino porque no quería que su perro se mojara. Se sacrificó para que ella y su perro pudiera vivir sus vidas en la calle.

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