El Museo Prado en Madrid, donde fui el
fin de semana pasado, tiene una colección incomparable de obras españolas—incluso
Murillo, Velázquez, Goya, y otros artistas que han tenido los impactos más
importantes en el arte de España y del mundo. Una obra que me interesaba mucho
se llama Los niños de la concha, pintada
por Murillo en 1670. Murillo nació en 1617 y murió en 1682, y entonces esta
obra es de un periodo más tarde en su vida. La pintura muestra el Niño Jesús
dando agua en una concha a su primo San Juan, quien se puede identificar por su
cordero. Augura al mismo tiempo el bautismo de Jesús en el río por San Juan.
En su tiempo y después de su muerte, Murillo
fue imitado por muchos pintores—especialmente la manera en que pintaba niños y
mujeres. Aparte de la historia de la pintura, es interesante verla porque nos
da una perspectiva del niño “ideal” de este periodo. Los niños Jesús y San Juan
tienen formas idealizadas y una inocencia que se muestra a través de la luz
tenue y el uso de pinceladas libres, pero al mismo tiempo sus ojos astutos y
sus gestos implican un tipo de sabiduría—no podría decir que ellos parecen
niños completamente normales, sin conocimiento concreto del mundo. También es
interesante notar que las figuras centrales están situadas en una escena
natural. La mezcla de un paisaje realista con temas religiosas o espirituales
muestra el control y la maestría de Murillo sobre sus sujetos religiosos: podía
situarlos en paisajes cotidianos mientras mantenía un sentido muy fuerte de
religiosidad. Hay mucha emoción en la pintura, y emana suavidad y
espiritualidad. Entonces, es fácil ver las razones por la popularidad de
Murillo, especialmente con respeto a sus pinturas de niños.
-Catherine Lacy
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