Hace casi un mes, visité el Real Alcázar de Sevilla con CIEE. Los colores vivos, paredes decoradas con materiales preciosos, y el ambiente de un mundo pasado era increíble. Pero, lo que me impresioné lo más era los jardines. Mucha gente no piensa en los jardines cuando piensa en el Alcázar, pero – para mí – los jardines son un aspecto cultural y arquitectónicamente muy importante del Alcázar.
En mi opinión no hay un lugar en Sevilla que muestra la mezcla de culturas que existe mejor que el Alcázar y se puede ver esta mezcla en los jardines igual que en el palacio. Con muchos patios llenos de azulejos musulmanes, fuentes grandes, naranjos por todos lados, y pavos reales vagando por los senderos, los jardines se dan una imagen ambos de cómo era Sevilla y como la ha cambiado para ser como es actualmente.
La primera cosa que vi cuando entré en los jardines fue una fuente gigante. La presencia de agua y esta fuente es como una pequeña joya insertada en el follaje de los jardines. Según, “Los jardines andalusíes y mudéjares del Alcázar de Sevilla” por Antonio Almagro Gorbea, la presencia de agua en el Alcázar invoca el mundo y los jardines islámicos. Gorbea destaca la importancia entre los dos tipos de agua que hay en los jardines del Alcázar- agua en movimiento y agua en reposo. Él dice, “el agua en movimiento aporta fundamentalmente el sonido como complemento a la contemplación de la arquitectura. Por el contrario, el agua quieta y silenciosa aparece como espejo…actuando como un tapiz en el que se proyectan arquitecturas ficticias generadas a través de su reflejo.”
Algo que también fue muy interesante para mí fue la muralla gigante. En el siglo XVI se ampliaron los jardines más allá de la muralla y se crearon la Galería del Grutesco en 1620 por el arquitecto Vermondo Resta, según El Diario de Sevilla.
Sobre todo, los jardines del Alcázar son muy interesantes culturalmente como una manera de reflexionar y pensar en cómo ha evolucionado Sevilla en general a través de los años.
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