El Mercadillo “El Jueves,” una tradición en la calle Feria de Sevilla, estaba unos pasos de la entrada principal de mi casa. Cada jueves, regresaría de mis clases que andaría por el mercado, observando los vendedores con mesas llenas de baratijas y sus clientes investigándolas atentamente. Yo nunca había comprado nada del mercado, sin embargo, hasta que Óscar llevó a nuestra clase al Jueves un día por un ejercicio. Tuvimos que elegir un vendedor, conocerlo, y después escribir un perfil corto sobre esa persona, su mesa, y el ambiente del Jueves.
Una mesa a los alrededores de la calle me llamó la atención. Francisco, el vendedor, fue un hombre de pocas palabras. Capté que quería dejar su mesa hablar por sí mismo.
Y la mesa me contó muchas historias. Me pareció como una memoria de mercados pasados, sacado de una etapa romántica. En la mesa había postales, prendedores, y pósters, entre otras cosas. Muchos postales tenían mensajes escritos a mano en cursiva, la mayoría en francés, unos por amantes lejanos. Había también un álbum de pósteres antiguos de la Feria de Sevilla, con mujeres en vestidos de flamenco. Compré una versión más pequeña del póster de 1973, un dibujo de la Giralda enfrente de una bailaora, para guardar mi propia memoria del lugar.
Recuerdo este mercadillo con cariño. No era nada sofisticado, pero representaba lo que Sevilla era para mí: las personas juntas en la calle, envueltas por la rica historia por su cultura, disfrutando del presente.
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